We're all mad here

            Él la tenía inmovilizada contra la pared. Sus dedos contra su mandíbula y la miraba a los ojos. Ella intentó evitar que la rabia se apoderase de su ser, pero era una misión demasiado ardua y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Eso le daba más rabia aún,se sentía aún más débil a pesar del puñal que sostenía en la mano con tanta fuerza que su propia sangre lamía la hoja y goteaba en el frío suelo de mármol.
-¿Cómo has podido?- le espetó.
 -Cielo,esta ya no es tu guerra.Suelta ese cuchillo o intenta matarme con él,pero no puedes luchar en ambos bandos.
 -Yo te quería-susurró mientras apretaba aún más el puñal en su mano.
 -No puedes proteger a la humanidad, déjate llevar por lo que sientes. Quédate aquí, a salvo, y vendré a recogerte cuando todo acabe. Suavemente rebajó la presión que ejercían sus dedos contra la piel blanquecina de la chica y le acarició la cara. Se acercó a su oído y le susurró mientras la rodeaba con sus alas negras salpicadas de gotas de sangre:
 -Será rápido,te lo prometo.

Decían que sería inútil. Decían que perdía su tiempo buscando algo que nunca encontraría,porque no era más que un mito.Le dijeron muchas cosas. Y se acordaba de todas y cada una al mirar a la muerte en los ojos. No derramó una sola lagrima mientras la sangre le lamía la piel, como pequeñas llamas rojas. Y en ese momento se dio cuenta de que todo,todo había valido la pena. Porque no había nada de lo que se arrepintiera,nada que desearía no haber hecho.Cerró la mano en torno a la hoja de su puñal de plata y tomó una gran bocanada de aire gélido, que hizo que le dolieran los pulmones y se puso de pie. Porque ella iba a morir de pie.

Un par de pasos en la negrura de la noche hicieron que los cuervos levantaran el vuelo de las viejas ramas de los sauces llorones, salpicando así el despejado cielo coronado por una argéntea luna. El decrépito cementerio estaba vacío. Ni un solo alma lo había pisado desde hace más de cinco centurias.Pero eso iba a cambiar hoy.El día que ella devolviera a la humanidad al alma más codiciosa, malvada y hambrienta de sangre que jamás haya existido.Y no podía evitarlo nadie.Ni siquiera ella.

-Ya estoy aquí-dijo, mientras alcanzaba la mano de ella. Se acercó más, hasta estar solo a unos milímetros de su cara. Le acarició suavemente el rostro y el pelo y le besó la frente, feliz de volver a estas junto a ella, feliz de que el corazón de ella estuviera aun latiendo. Después de todo lo habían conseguido. Ella le tocó despacio la cara con la mano, casi tímida. Él cogió su mano y la besó, pero al sentir el tacto cálido y húmedo no puedo evitar mirarla. Sus dedos estaban impregnados en sangre, sangre que lamía sus marmóreas manos, hasta llegar a su codo, donde se abalanzaban al vacío. La apartó de él y entonces lo vio, vio la sangre que brotaba de su vientre y vio como ella le miraba apenada y no pudo evitar aquél alarido que surgió del fondo de sus pulmones.- ¡Acabaré contigo, hermano! Aunque sea lo último que haga.

Andaba por la calle mientras tarareaba una canción.Le divertía ver las calles vacías.Los ruidos que odiaba, las luces que le cegaban...,la noche lo engullía todo. Engullía también sus miedos, sus temores, le convertía en quien realmente era.
Sonrió para si mismo después de darse cuenta de lo románticos que eran sus pensamientos.Él,romántico, lo nunca visto.Nunca sería capaz de darles forma a todas esas palabras, no delante de alguien y tampoco había conocido a la persona que las hiciera fluir.Tampoco deseaba hacerlo.Era solitario y odiaba el amor.Nunca compraría nada por san Valentin ni mandaría un ramo de cien rosas blancas en el aniversario de su primer beso. No era así y nunca lo sería.Después de prometérselo a si mismo se adentró en el parque sin ninguna prisa.
Alguien sonrió en la oscuridad mientras él seguía con su viaje. A ella sí que le gustaban las rosas, pero las rosas rojas.El color de la sangre le encantaba.Pero no creía en el amor.Era un alma solitaria como Dan.Se divertía destrozando las esperanzas de los demás.Ya no llevaba la cuenta de cuantas relaciones había roto solo con pestañear delate de un joven, o con dedicarle una sonrisa al prometido de otra chica, solo sabía que si ella no iba a conseguir el amor,nadie lo haría.
Con una mano se revolvió el pelo y después de quitarse los tacones comenzó a correr tras Dan.Era mono,pero no podía dejar de lado el trabajo y si quería seguir divirtiéndose tenía que empezar a asegurarse la vida eterna, aunque tuviera que manchar sus marmóreas manos de sangre.

Cerró el puño. Aún sentía el calor desprendido por el amuleto.Se pasó la mano por el pelo y miró a su alrededor. Había caído sobre la tumba de un tal Mark Schwartz. Tiró lejos de la tumba los Iris que había pisado por error y sin querer sonrió. La letra de una antigua canción,burdamente copiada, decoraba la pared de la cripta vecina.Era una crípta familiar , pero solo un miembro de la familia DuPont descansaba allí Cassiel DuPont.
Lo entendió enseguida, le habían encerrado. Intentaron conservar el honor de la familia y Cassiel les había fallado, como muchos otros que ella había conocido.
Apretó el amuleto y volvió a sentir el calor que desprendía. Unas palabras en un idioma desconocido llenaron el páramo que rodeaba el cementerio y la puerta se abrió sin hacer el menor ruido. Ella sacó un libro de su mochila y entró el la cripta sin mirar atrás.
Era como un mausoleo en miniatura, se podía adivinar fácilmente el siglo en el que fue construido. Aquella maravilla del siglo XIX plasmaba a la perfección lo culpables que se habían sentido los padres de Cassiel después de asesinarle. Jane había leído su historia en el Libro de los Muertos. Un escalofrío recorrió su espalda, nunca se le había pasado por la cabeza que unos padres podrían acabar con la vida de su descendiente de tan solo 19 años.
Dibujó en el suelo un círculo con tiza blanca y mientras dibujaba los símbolos que lo rodeaban, repasó las palabras del conjuro que tenía que pronunciar para devolverle la vida a Cassiel DuPont.

Llevaba sin dormir mas de ocho días.Había leído mas de la mitad de los libros de la biblioteca.Necesitaba encontrar un remedio para esas pesadillas.Al principio eran normales, pero fueron empeorando, hasta que hace un mes , al levantarse , descubrió sus manos manchadas de sangre. A la mañana siguiente encontraron muerta a una chica de unos diecinueve años en un oscuro callejón.
Su cara se había vuelo mucho mas blanca, aunque él ya era muy pálido y sus ojeras azules y marcadas le habían acompañado desde su mas tierna infancia, pero todos notaban como la vida del joven se escapaba poco a poco.
Tiró el libro que tenía en la mano contra una gran estantería y empezó a reír. Debía casarse dentro de poco, pero nunca llegaría a hacerlo, ni volvería a ver a su padre. No quería seguir así. Sabía perfectamente que había sido él, desde aquel masacre soñaba cada noche como lo hacía, una y otra vez, como ese cuchillo atravesaba el cuello de la joven y como el suelo se inundaba de su cálida sangre.Podía sentir el olor y quería mas.
Tenía miedo de acabar con su madre que descansaba en la habitación mas grande del castillo.Tenía que acabar con esto, debía hacerlo por el bien de todos.
Salió despacio de la biblioteca y se adentró en los oscuros calabozos del castillo. No necesitaba una antorcha ya que sabía perfectamente el camino hasta el cuchillo. Lo había soñado tantas veces que podría hacerlo con los ojos vendados y las manos atadas.